lunes, 8 de octubre de 2012

LECTURA PARA UN DÍA DE VOTACIÓN


Nota: publicado en La Razón ayer domingo antes de la votación

 Invito a la reflexión sobre dos elecciones, una del siglo XIX y otra del XX, que dejan enseñanzas a tener presente en una circunstancia crítica.
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En 1.897 era evidente el cansancio del país, harto del continuismo. Para capitalizar este sentimiento surgió la candidatura opositora de José Manuel Hernández, apodado “El Mocho” por haber perdido dos dedos de la mano derecha en un accidente. “El Mocho” Hernández hizo una campaña novedosa que introdujo el marketing electoral en Venezuela: visitas casa por casa, mítines, afiches, botones, envío de cartas personales. Como consecuencia de estas novedades, la campaña electoral presidencial de 1897 fue nacional y de participación masiva. ¿Significa que entonces había democracia? No, en absoluto. Significa sólo que en las tiranías venezolanas siempre ha habido elecciones. Han sido tiranías electivas.
Todo indicaba que “El Mocho” Hernández las ganaría: “su fama como tribuno y su popularidad como hombre honrado alcanzaron niveles nunca vistos antes en un proceso electoral” (NHV). Pero como el gobierno era el que organizaba las elecciones, el día de la votación ocupó todas las mesas con sus partidarios impidiendo que votasen los electores de oposición. Se consumó uno de los fraudes más escandalosos que registra la historia nacional. ¿Qué pasó entonces? Sucedió que Hernández denunció el fraude, deslegitimando el régimen que quedó herido de muerte, y luego se alzó en armas, pero demasiado tarde porque dejó pasar meses. Fue su error. A su vez la tiranía cometió otro mayor con el fraude. Cerró definitivamente la salida electoral abriéndole el camino a la rebelión popular que trajo a los andinos al poder.  Así terminó para siempre el liberalismo amarillo.
En 1952 había una dictadura militar que convocó a elecciones para una Constituyente. La oposición estaba dividida. Los partidos ilegales, AD y PCV, eran partidarios de la abstención. Los partidos legales, URD y COPEI, decidieron participar. Entre las razones para esta decisión estaba en que se les había reconocido representantes en el Consejo Supremo Electoral,  el cual incluía además independientes honorables. Así, pues, la oposición legal decidió participar. A pesar del ventajismo de la dictadura, sus candidatos lograron conmover al pueblo y ponerlo en pie de lucha por el restablecimiento de la democracia. Tres días antes de la elección, el 27 de noviembre, URD efectuó el mitin de cierre de campaña en el Nuevo Circo de Caracas, con una asistencia que rebasó las expectativas de los convocantes, considerándose la más grande concentración popular que se había visto en Venezuela. Llegado el día de la votación se hizo evidente la concurrencia masiva, lo que indicaba que adecos y comunistas habían desobedecido el llamado a la abstención. Este hecho fue interpretada por la tiranía como adhesión a ella. La sorprendió el primer boletín que le daba una victoria aplastante a URD. Como los miembros del CSE se negaron a cambiar el resultado, para favorecer al gobierno, fueron obligados a renunciar. Sustituidos 10 de los 15 por fieles a la dictadura el fraude se consumó, desconociéndose la voluntad popular.
Todo el país sabía que URD había ganado y que se había consumado en su contra un fraude mayúsculo. En estas circunstancias le tocaba a Jóvito Villalba escoger el camino a seguir. Decidió, no alzarse como “El Mocho” Hernández ni llamar a la rebelión, sino aceptar de buena fe la invitación al diálogo que le hizo la tiranía, pensando que dándole garantías a sus jerarcas entregarían el poder. Cayó en la trampa. Lo esperaron en el sitio indicado, lo aprehendieron junto con sus acompañantes, lo montaron en un avión y lo expulsaron del país. Creer en la sinceridad del tirano fue la perdición de Jóvito, que le costó el cargo para el cual estaba predestinado. Nunca sería presidente de la República. Al contrario, lo harían víctima de una calumnia, inventada sin duda por sus enemigos, que lo marcó injustamente a él, un político idealista y romántico, desprendido de lo material, el mejor tribuno de la democracia y uno de los más cultos.
Al rendirle tributo a esos dos gigantes de la política venezolana, José Manuel Hernández del siglo XIX y Jóvito Villalba del siglo XX, que no llegaron a la presidencia para la cual estaban predestinados, meditemos sobre donde estuvo su error después de haber obtenido la victoria electoral contra la tiranía, la que como siempre recurrió al fraude.  

1 comentario:

  1. Esta reflexión es excelente, porque al recordarnos que la historia siempre puede repetirse para dar al traste con los planes de las tiranías, al mismo tiempo le ofrece perspectiva y esperanza a tanta gente que hoy está muy abatida espiritualmente.
    Muchas gracias por ello.
    Un cordial saludo.
    Hermann Alvino

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